15/07/2010
Mario Mactas disertó el pasado miércoles en el Salón Auditorio de la Bolsa de Cereales de Entre Ríos en la “Jornada para Darsecuenta” titulada “¿Por qué los argentinos somos tan argentinos?”, organizado por la Fundación Darsecuenta, la Bolsa de Cereales de Entre Ríos y la Asociacion Argentina de Productores de Siembra Directa (Aapresid). Orientó su mirada crítica sobre los argentinos y reflexionó sobre el desafío de lograr un cambio de actitud.
Mario Mactas, periodista con una destacada trayectoria en radio y televisión, y escritor de innumerables títulos en los que se destaca como forjador de un estilo depurado y solitario de intima amistad con el castellano fuera de las apreturas de los diccionarios, el relato en forma de crónica, la columna, la entrevista como retrato de curiosas resonancias, marchan en sus trazos de “Monólogos rabiosos”, “El enano argentino” y “El amante de la psicoanalista”. Actualmente es el Director de Contenidos de la Fundación Darsecuenta, columnista de opinión libre por las mañanas en TN, espacio denominado “El toque Mactas”. Es colaborador permanente de “La Nación” y convocado a menudo por diversos medios gráficos y audiovisuales. En Radio Continental hizo “El toque Mactas” y condujo diversos programas a lo largo de veinte años.
En esta entrevista, pone en evidencia su mirada crítica sobre el ser argentino y reflexiona sobre el desafío de transformar un país a través de un cambio de actitud de los argentinos.
— ¿Cómo percibe a la Argentina de hoy?
Es una pregunta grande. Tengo que ser sincero, pero no la veo con optimismo. Me parece que se va a convertir en un país que repite mucho sus errores y también que no sale de ellos. Es un país que no sabe prosperar, progresar, y mantiene una dinámica de divisiones y confrontaciones que puede ser que produzca réditos políticos para un sector, desde el punto de vista estratégico. Pero para que el país se integre al mundo y mejore su situación es inconveniente. Creo que tenemos que cambiar.
— Su libro “El enano Argentino”, que está en línea de sus “Monólogos rabiosos”, da cuenta de aspectos diversos de los argentinos, con humor. ¿El enano argentino está entre nosotros? ¿Cómo observa al ser argentino?
Los argentinos somos muy individuales, muy subjetivos. Cuando volví al país, después de 12 o 13 años de estar afuera, en el exterior, y volver me provocó asombro, me encontré un país en ruinas. Al regresar tenía una ilusión enorme y al volver, me encontré con una paradoja que, cuando me encontraba afuera esos años tenían que haber sido amargos y complicados, sin embargo habían sido felices. Al regresar a mi país me encontré con un exilio inesperado, un exilio mental intelectual, psicológico y éstos libros me vinieron de maravillas. Me propusieron los responsables de una editorial reunir textos y dejar de escribir tantos textos en infinidad de periódicos, es decir a esos textos sueltos darle forma de libros. Escribí primero “Monólogos rabiosos”, que fue el libro para exorcizar esa sensación de exilio que tenía de mi propio país. El libro contiene textos muy breves, efectivamente rabiosos, pero presumo que en muchos casos divertidos. La editorial me pidió que haga otro monologo rabioso, pero como me aburre repetir los mismo títulos, así que lo llamé “El enano Argentino”.
— Pero ¿El enano argentino está entre nosotros?
Nosotros los argentinos hacemos cosas inadecuadamente, aunque creemos que hacemos las cosas bien. No es lo que somos, sino lo que hacemos. Nosotros nos paralizamos en paradigmas políticos muy viejos, que ya no existen en el mundo, discutimos cosas anacrónicas, y al perder el tiempo aumenta la pobreza, desde el punto de vista como tal y también la pobreza mental, las cabezas se han ido ensombreciendo mucho, volviéndose mediocres. La Argentina era un país que amenazaba con ser un país de vanguardia, un país de gente brillante, creativa, en realidad es un país que se ha unificó en un plano de mediocrización. Es suficiente con escuchar el discurso político en general, para darnos cuenta que hay una pobreza absolutamente pedestre, y que es un discurso muy aburrido, con poca gracia, sin voluntad de cambio.
— ¿Qué palabras elegiría para describir el vinculo actual de gobierno nacional con el sector agropecuario?
Un vínculo disparatado. Pienso que es una lucha inventada, del cual ellos supusieron que hiba a ser un enemigo que inmediatamente aceptaría su sometimiento, ya que partieron de conceptos ligados a un panorama de los años 50 o 60, y no advirtieron que la sociedad cambió, ya que en el campo aterrizó el conocimiento, la vanguardia tecnológica, científica, con una nueva organización productiva. Entonces en el 2008 el campo se puso de pie, se levantó, pero no el campo oligárquico, aquel campo imaginado por el poder político, sino el campo de los jóvenes que se unen en red, que establecen fideicomisos, que crean nuevas compañías, y están todos el día de sol a sol, pero con su laptop en el hombro. El poder político no supo ver esa realidad, no la advirtieron porque piensan “viejo” y se tropezaron. Y también el pueblo se unió a la protesta del campo, las clases medias urbanas y trabajadores.
— ¿Cuál es su opinión sobre “desojizar” las relaciones comerciales con China?
Esa afirmación es el fracaso de una misión que no consiguió resolver el problema de la negociación con China por el aceite de soja, que es un producto del cual la Argentina es el principal productor del mundo. Probablemente los chinos con esta afirmación no solamente estén “ofendidos”, que me parece ridículo en términos diplomáticos, sino que deben estar pensando en hacer su propio aceite de soja, que sería una posibilidad, aunque lo que no pueden producir es la soja, porque no tienen suelos.
— ¿Cuáles son los objetivos de la Fundación Darsecuenta?
La fundación tiene como objetivo impulsar la comunicación y el debate de ideas para compartir los nuevos paradigmas que definen el progreso de una sociedad en la era del conocimiento, como fue el caso de lo que ocurrió con el campo y su transformación. Por ejemplo, ayudar a darse cuenta por qué hay que abandonar el arado y realizar siembra directa. Tenemos que observar que dentro de cien años, el arado puede ocasionar un gran deterioro en la capa orgánica de los suelos, y es por eso que debemos adoptar la siembra directa y toda su compleja tecnología, con nuevas maquinarias, uso de fertilizantes, herbicidas, etcétera. La siembra directa permite recuperar mucha fertilidad, aprovechar mejor el agua y duplicar o triplicar la producción sobre la misma superficie, etcétera, y esto fue gracias a los productores innovadores de campo que no son ningunos intelectuales, ni filósofos, pero que desarrollaron y consiguieron un cambio. Darsecuenta lo que se propone es que no se limite solamente a una discusión agropecuaria, sino poder compartir esas nuevas nociones, dando la posibilidad de conocer nuevas y mayores investigaciones científicas. Estas son propósitos que pueden y deben difundirse, para que junto a otras organizaciones consigamos cambiar al país, lograr un cambio cultural.
— ¿A través de qué medios llega a los ciudadanos?
Darsecuenta tiene su página web, tiene una revista, participa en actos como el de hoy, en pequeños encuentros o grandes, en algunos casos trabaja con otras organizaciones similares, que no son idénticas pero que tienen puntos de contacto que sirven para generar una red que propenda a producir un salto en la argentina, un cambio de cabeza, de mirada de las personas.
— ¿Y en ese cambio de mirada está también sobre la opinión que tiene el común de la sociedad sobre los herbicidas o la producción de soja?
Pienso que son nociones supersticiosas, que la gente suele adoptar de una manera caprichosa y lo da por hecho. En este caso, la cuestión del glifosato, éste en realidad no es de alta toxicidad, ya que aquellos que sustentan que si es toxico les falta el sustento científico que así lo indique. En la sociedad actual se debería esclarecer y difundir más. Separar esas nociones supersticiosas de las que son nociones científicas, y explicar que por medio del uso de determinados herbicidas se puede producir una cantidad de determinados alimentos.